La corrupción no es solo una práctica individual, sino una consecuencia de una mentalidad conquistada en muchos líderes que nos representan. Con su forma de actuar, fomentan un ciclo de corrupción que perpetúa la desigualdad, la injusticia y la desconfianza. Esto no solo afecta a las generaciones presentes, sino que condena a las futuras a vivir en una atmósfera incierta, donde el bien común queda relegado frente a intereses personales y abusos de poder.
Este entorno de corrupción erosiona los pilares fundamentales de una sociedad justa, obstaculizando el progreso económico y social, y dejando una brecha cada vez mayor entre gobernantes y ciudadanos. En lugar de promover el bienestar colectivo, se prioriza un sistema que privilegia a unos pocos, mientras que la gran mayoría lucha por sobrevivir en un ambiente que carece de ética y transparencia.
Para construir un futuro de paz y equidad, es necesario erradicar esta mentalidad corrupta que mina la confianza en las instituciones. Es esencial que los líderes asuman su responsabilidad con integridad y trabajen en pro de un sistema transparente, donde los recursos se utilicen para el bienestar de todos, y no como un instrumento para el enriquecimiento personal.
El cambio comienza cuando se reconoce que la corrupción no es solo un problema de leyes, sino de valores. Solo a través de la educación, la participación activa de la ciudadanía y la implementación de políticas que castiguen severamente el abuso de poder, podremos avanzar hacia una sociedad más justa, equitativa y en paz.
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Orlando Miguel
Embajador sagrado de Paz UPF
Autor del libro: La Otra direccion